Las condiciones de trabajo heredadas de
los 90 están casi intactas y el deterioro salarial de estos diez años
son hechos que el gobierno intenta enmascarar con los valores absolutos
del crecimiento económico y la “inclusión social”. La disminución del
desempleo durante este periodo no puede ocultar que las ganancias de la
gran burguesía han sido incluso superiores al periodo anterior con
gobiernos abiertamente neoliberales, creció la productividad del trabajo
en condiciones de competitividad, pero la distribución de la riqueza no
fue modificada de manera significativa. En este sentido, el deterioro
de los salarios producto de una combinación entre precarización laboral y
retraso de la relación inflación-recomposición salarial han sido pilar
central del “Modelo” fundamentalmente desde la crisis iniciada en 2008.
Los recientes conflictos con grandes movilizaciones, como las de los
docentes bonaerenses, estatales en varias provincias, docentes que
fueron reprimidos en Misiones y Chaco, son muestra de ello y la
insatisfacción e inconformidad de la masa trabajadora ha crecido en los
últimos meses.
El discurso de apertura de las sesiones
legislativas de la Presidenta Cristina Fernández apuntando sus cañones
contra los trabajadores, la propuesta de eliminar varios subsidios a
servicios públicos sin estatizar, son una demostración de que los
grandes déficits de las cuentas nacionales se enfrentan reduciendo el
salario y transfiriendo esos recursos a las arcas del gran capital
nacional y extranjero. Se le pide “solidaridad” a los empresarios, pero
se les exige “subordinación” a los trabajadores que son, una vez más, la
variable de ajuste de la economía. Diez años de crecimiento económico
sostenido no han cambiado nada.
El uso y abuso de la palabra crisis para
cualquier situación no nos debe ocultar que de lo que se trata es de
garantizar las ganancias del capital y reducir el salario de los
trabajadores. Sea el modelo más liberal o más desarrollista, con sus
variantes, tienen en común garantizar el mantenimiento e incluso el
aumento de la ganancia capitalista. El problema no es este o aquel
modelo sino que el capitalismo no puede dar nada más que explotación a
los trabajadores.
En este sentido, era necesario dar una
respuesta conjunta de los trabajadores donde pueden expresarse con mayor
contundencia y fuerza: la huelga y movilización.
El paro del 10 de abril, convocado
inicialmente por las cúpulas de 2 (CGT Azopardo y Azul y Blanca) de las 5
centrales sindicales y ratificado este lunes por la CTA de Michelli,
intentan dar una respuesta, con diversos intereses particulares y
contradictorios, sobre el mapa general de las necesidad de las masas
trabajadoras. En este sentido es una iniciativa que intenta ponerse a la
altura de los conflictos de los últimos meses. Aunque en algunos
espacios como el Encuentro Sindical Combativo del 15 de marzo cientos de
delegados y trabajadores exigieron un paro general a las Centrales
sindicales, la convocatoria aparece como espontánea y definida de arriba
para abajo, al mejor estilo de la burocracia sindical.
Así, los déficits y contradicciones de
este paro se expresan en la casi nulidad de participación democrática
para su elaboración (sólo la CTA lo resolvió en plenario de delegados) y
en lo ambiguo de las consignas, que entre otras cosas incluyen “más
seguridad” en un contexto signado por los tristemente célebres
linchamientos y la declaración de la provincia de Buenos Aires en
emergencia en seguridad. Estos son hechos que confirman la voz de alarma
que hemos dado desde la Juventud Guevarista: tanto las propuestas del
gobierno como de la oposición de derecha pretenden actuar sobre los
efectos, pero no sobre las causas del problema. El delito organizado que
hoy la sociedad argentina sufre, está propiciado por el mismo estado
capitalista; la policía, la justicia y la política.
El paro es lanzado sin movilización
porque su objetivo es la acumulación de fuerzas de alguna otra variante
de la burguesía, como por ejemplo la representada por el reaccionario ex
menemista, ex jefe de gabinete K Sergio Massa y compañía, quien se
posiciona como el candidato presidencial que puede llevar el “modelo” a
buen puerto por derecha.
Las consignas generales y ambiguas
confunden y dispersan las fuerzas del pueblo. Tenemos mucho por lo cual
parar y movilizarnos: Aumento general de los salarios, en defensa de la
educación y la salud públicas, por el 82% móvil para nuestros jubilados,
rechazo al ajuste vía tarifazo, absolución a los petroleros de Las
Heras.
Asimismo, estamos convencidos de que dos
objetivos inmediatos y urgentes para garantizar una vida digna para
todos y todas son: La estatización del comercio exterior para disponer
de las divisas para la inversión en el desarrollo nacional y el no pago
de la ilegal e ilegítima Deuda externa y sus usureros intereses. Esto
permitiría frenar el sangrado de divisas fundamentales para resolver los
temas más urgentes de nuestro pueblo: el salarial y las grandes obras
de infraestructura para el desarrollo integral de nuestro país.
Ya lo dijimos y lo ratificamos: estos
objetivos los debemos impulsar con la organización, movilización y todas
las formas de lucha de los trabajadores y el pueblo, avanzando sobre
los temas centrales de los que el gobierno se queja, pero no resuelve.
Este modelo económico y el propio sistema capitalista están mostrando
sus límites, por ello la burocracia sindical tiene que convocar a una
medida de fuerza que, aunque a su medida, expresa reivindicaciones que
hace tiempo se hacen escuchar. El 10 de abril paremos, pero mirando
siempre hacia adelante y organicémonos para ganar las calles en el
camino de un genuino plan de lucha nacional desde abajo y de los
trabajadores.